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Cuidar a quienes nos cuidan

Hoy jueves, 30 de marzo es el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, el cual, según la ONU, se conmemora desde 1988 y tiene como propósito: “promover el valor del trabajo del hogar y convocar acciones para reivindicar los derechos de quienes lo realizan, en su mayoría mujeres”.

Marzo parece el mes propicio para que las mujeres podamos unir nuestras voces y poner sobre la mesa los temas que tocan y atraviesan lo femenino y que nos impulsan a generar espacios de conversación para emprender acciones concretas que nos permitan trabajar por una sociedad cada vez más justa y equitativa, por eso antes de que se acabe el mes quiero reflexionar sobre la importancia del cuidado, el valor de quienes lo ejercen y lo vital que es para nuestra sociedad.

El artículo 2 de la Ley 1413 de 2010 define la economía del cuidado como “el trabajo que se realiza en el hogar, relacionado con mantenimiento de la vivienda, los cuidados a otra persona del hogar o la comunidad y el mantenimiento de la fuerza de trabajo remunerado. Esta categoría de trabajo es de fundamental importancia económica en una sociedad”. En otras palabras, la economía del cuidado se trata de todo lo relacionado con el sostenimiento de la vida. Este trabajo ha sido invisibilizado por años, precarizado, y ha sido ejercido, generalmente, por mujeres.

Las cifras también deben ser analizadas; de acuerdo con el DANE, al desagregar la información del total de horas dedicadas a TDCNR (trabajo doméstico y de cuidado no remunerado) en Colombia en 2021 por estrato socioeconómico se observó que la participación de los hombres en dicho trabajo crece a medida que aumenta el estrato socioeconómico. En los estratos 1 y 2 los hombres aportan el 21,0% de las horas anuales, mientras que en los estratos 5 y 6 la participación aumenta al 29,1%. Esto, sin embargo deja a la luz diferencias importantes entre hombres y mujeres, siendo estas últimas las que asumen la carga más alta de responsabilidad con un 79% en estratos 1 y 2 y un 70.9% en estratos 5 y 6.

Ahora bien, en cuanto al trabajo doméstico y de cuidado remunerado, la ONU informa que en América Latina y el Caribe, según datos de CEPAL y la OIT, entre 11 y 18 millones de personas se dedican a este tipo de trabajo, de las cuales el 93% son mujeres. En promedio, el trabajo doméstico representa entre el 10,5% (según cálculos de CEPAL basados en 18 países de la región) y el 14,3% (según estudios de OIT basados en 16 países) del empleo femenino en la región. Esto significa que una parte importante de la población activa, especialmente mujeres, trabaja en condiciones precarias y sin acceso a la protección social. De acuerdo con la OIT, los países con mayor proporción de mujeres empleadas en el servicio doméstico son Paraguay, Argentina y Brasil. A pesar de que en casi todos los países existe un salario mínimo legalmente establecido, los ingresos de estas trabajadoras suelen ser iguales o inferiores al 50% del promedio de todas las personas ocupadas.

Y, ¿Qué tienen que ver los objetivos de desarrollo sostenible?

Precisamente, el 25 de septiembre de 2015, los líderes mundiales adoptaron un conjunto de objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible. Cada objetivo tiene metas específicas que deben alcanzarse en los próximos 15 años. Para alcanzar estas metas, todo el mundo tiene que hacer su parte: los gobiernos, el sector privado, la sociedad civil y las personas como nosotros.

El objetivo de desarrollo sostenible número 5 toca precisamente el tema de la igualdad de género y la ONU manifiesta que la igualdad de género no solo es un derecho humano fundamental, sino que también es uno de los fundamentos esenciales para construir un mundo pacífico, próspero y sostenible. Este objetivo también incluye un punto importante sobre el trabajo de cuidado que es: “Reconocer y valorar los cuidados no remunerados y el trabajo doméstico no remunerado mediante la prestación de servicios públicos, la provisión de infraestructuras y la formulación de políticas de protección social, así como mediante la promoción de la responsabilidad compartida en el hogar y la familia, según corresponda en cada país”.

Esto permite que el estado, las empresas y la sociedad en general le den prioridad al tema, pero también nos invita a que, en días como hoy, podamos seguir luchando por la existencia de medidas que permitan reconocer el trabajo del cuidado, garantizar derechos y proteger la salud física y emocional de quienes lo ejercen, porque como manifiesta la escritora mexicana Alejandra Eme Vásquez en su libro “Su cuerpo dejarán”: “lo doméstico y los cuidados, estas dos referencias en apariencia comunes y tramposamente familiares, representan un punto ciego en la precarización de lo laboral. Lo que no quiere decir que todos los demás ámbitos en los que se desempeña tanta gente no sufran de precarización, sino que dentro de todo ese panorama de lo público —de quien debe caminar, manejar o tomar transporte público hacia su lugar de trabajo— habría que añadir también lo que sucede a puerta cerrada en las casas, en los parentescos, en las dinámicas de las que no se habla porque nos han enseñado que lo que se hace en privado se hace por voluntad, por afecto y por costumbre. Pero ahí también hay trabajo y de proporciones nunca justamente ponderadas”.

 

María Bernarda Bustillo

Consultora de Atracción del Talento